La visibilización de la mujer, luchar contra la desigualdad de oportunidades, la brecha salarial, la violencia machista y la precariedad, en eso consiste el movimiento feminista. Sí, querer exactamente los mismos derechos para los hombres y las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Y para ello, hay que educar en valores y concienciar a la población durante todos los días del año, no solo el 8 de marzo.

Antes de contar mi experiencia y las problemáticas que afrontan las mujeres día a día, por el mero hecho de serlo, me gustaría aclarar el significado de feminismo. Ya que muchas personas confunden o son incapaces de entender el término y lo asocian a un movimiento violento, que excluye y busca vengarse de los hombres, tras siglos de vivir bajo el patriarcado. El feminismo es un tema que hay que tomar muy en serio y del que nos falta mucho por aprender.

FEMINISMO: Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Movimiento social e histórico que reivindica el fin de la discriminación y las violencias que padecen las mujeres. Impulsado por las sufragistas que pedían el derecho al voto en el siglo XIX, el feminismo ha logrado importantes avances para la mujer en el ámbito laboral, político, educativo y sexual.

Nací en una familia trabajadora y crecí junto a mis dos hermanos mayores que yo. Como a cualquier niña pequeña, me encantaba jugar con ellos. Pasábamos muchas tardes con las canicas, intercambiando cromos, jugando a fútbol en el parque o a la videoconsola cuando por fin tuvimos una en casa, la Sega Mega Drive, allá por el año 1994. Nunca me cuestioné que estaba haciendo “cosas de chicos” porque a mí me divertían y las veía como eso, juegos, sin más.

Pero es cierto que en el colegio, algunos compañeros de clase no siempre me dejaban jugar al fútbol con ellos en el recreo. Venían y me decían que era mala y que las chicas no jugaban al fútbol. Pero,  ¿cómo puede una mejorar a algo si ni siquiera le dan la oportunidad de intentarlo? Y lo más importante, ¿quién decide que algo es de niños y no de niñas o a la inversa?

Imagen de Dika Araújo.

Crecemos condicionados por pensamientos erróneos, cantando y bailando canciones machistas y con la idea de que somos diferentes cuando realmente somos iguales. ¿Os acordáis de Gaby, Fofó y Miliki? Pues cantaban una canción que decía así: “Una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar, así planchaba, así, así…”. Y no solo planchar, también tenía que limpiar, lavar, coser, barrer, guisar, rezar, etc. Y ese inexistente reparto de tareas domésticas era “lo normal” en la época, algo que por suerte está cambiando en la actualidad.

Si los colores, los sentimientos o los trabajos no entienden de géneros, ¿por qué nos empeñamos en etiquetar y encasillar? Los niños replican lo que ven y sorprende su tolerancia y la capacidad de aceptación que tienen, muchas veces mayor a la de personas adultas. Necesitamos más iniciativas como “Depende de los dos”, un proyecto educativo de los centros CRA Alto Gállego y CEIP Puente Sardas en Huesca, para trabajar el feminismo y la coeducación en las aulas. Lo que hubiera cambiado la sociedad al crecer con estas canciones y no con las de los Payasos de la Tele.

Os quiero contar otra anécdota, que además me pasó hace pocos meses. Fui al banco con mi pareja para preguntar por una hipoteca y el comercial que nos atendió apenas se dirigió a mí para explicarme o preguntarme algo durante toda la conversación. Me resultó muy molesto y por supuesto, también a mi pareja que hizo todo lo posible (mirándome y consultándome) para que la persona que nos estaba atendiendo no me excluyera.

Los micromachismos son otro tema que usamos a diario, tanto hombres como mujeres y que a veces decimos sin darnos cuenta porque llevamos años interiorizándolos. Yo misma he pensado alguna vez lo de “se me va a pasar el arroz” o he utilizado términos con connotación negativa en femenino, mientras que los masculinos los asocio a virtudes positivas. A continuación, os dejo un vídeo donde podéis entender de lo que os hablo. Se trata de un experimento social que intenta determinar en qué momento y por qué la frase “como una niña” se asocia a algo peyorativo.

El lenguaje da forma a nuestros pensamientos, es poderoso y hay que usarlo en positivo. Por esta razón, hoy os presento una nueva sección: “Gamer tenía que ser”. En ella hablaré con mujeres del sector de los videojuegos y de los deportes electrónicos para conocerlas como profesionales, saber lo que aportan y darles la visibilidad que se merecen. Ahora, más que nunca, es necesario tener referentes en este nuevo mundo que el feminismo está creando. Espero que os guste.